Propiedades de la arcilla, tipos de arcilla y cómo usarlas para curar
La arcilla ha sido uno de los primeros remedios de la historia, hoy en día poco utilizado pero al alcance de todos. Se consigue fácilmente, está disponible todo el año, es útil para la elaboración de alfarería y posee sorprendentes propiedades.
Al igual que hacen muchos animales, es posible que el ser humano haya usado la arcilla desde los albores de la humanidad. En la naturaleza no es extraño ver a animales salvajes revolcarse en la tierra o en el lodo para reforzar la piel y limpiarla de eccemas, callosidades o parásitos.
Ahora bien, la arcilla no es tierra, sino una parte de esta desprovista de arena y elementos orgánicos y finamente micronizada de forma que posee una gran plasticidad. Se puede definir como partículas menores a dos micras de diámetro compuestas esencialmente de silicatos de calcio, magnesio y aluminio. Aun así, la composición de las arcillas, respetando estos componentes mayoritarios, varía mucho en función del terreno donde se han recogido y de ahí que puedan encontrarse incluso en diferentes colores.
¿Qué cualidades tiene la arcilla?
Las arcillas se caracterizan por tener una estructura laminar con alta superficie específica y una carga eléctrica. Ambas cualidades les confieren a todas ellas una gran capacidad para absorber agua y para fijar e intercambiar iones, entre otras propiedades. Además, por su composición específica a algunas arcillas se les puede atribuir alguna propiedad más, especialmente cuando se consumen por vía interna.
Las propiedades comunes a todas las arcillas, debidas a sus características físicas, son:
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Curas externas con arcilla
La cura externa de arcilla es la más habitual y conocida, y se puede efectuar de muchas maneras. Lo que sigue a continuación es tan solo una selección de las más importantes.
1. Cataplasma calorífica
Las cataplasmas de arcilla se preparan amasando la arcilla con agua muy caliente hasta que adquiera una consistencia moldeable y no manche excesivamente. Luego la masa de arcilla se extiende sobre un lienzo, por ejemplo de algodón, y se deposita una capa de un grosor aproximado de 1 a 2 centímetros (a mayor grosor, mayor capacidad de retención del calor). Sobre la capa más externa se aplica una cobertura de plástico que evitará que se disipe el calor y que se manchen las ropas externas.
Esta cataplasma se aplica sobre la zona o articulación escogida, preferiblemente al ir a acostarse, y se deja actuar entre 40 y 90 minutos, en todo caso hasta que se disipe el calor. Se pueden realizar aplicaciones hasta dos o tres veces por semana.
Se recomiendan especialmente en los procesos reumáticos dolorosos de las articulaciones, aunque también resultan muy útiles en otros procesos dolorosos, como la menstruación, y en las terapias de depuración genérica del abdomen.
2. Mascarillas y pincelaciones
Cuando la arcilla se diluye con agua hasta obtener una consistencia de chocolate espeso, o algo menos, se pueden realizar pincelaciones sobre la piel y disfrutar de su efecto regenerador, desintoxicante y de limpieza.
Este tipo de aplicaciones, sin embargo, no retienen el calor pues se emplea poca arcilla y mucha agua. Estas preparaciones arcillosas de aplicación sobre la piel pueden prepararse con tisanas de plantas en lugar de agua, como manzanilla, agua de azahar, jugo de pepino... Incluso se puede añadir algún aceite como el de rosa mosqueta o de zanahoria, que ayudarán a mejorar la sensibilidad de la piel.
En cualquier caso, recordemos que después de una aplicación de este tipo sobre la piel es conveniente quitarse toda la arcilla sobrante, por ejemplo con abundante agua fresca, y luego aplicarse algún producto hidratante. En todo caso, no debe esperarse a que la arcilla se seque del todo antes de retirarla.
Las pincelaciones de arcilla pueden dejarse sobre la piel durante un tiempo variable. En general se recomienda una primera aplicación corta, de unos diez minutos, que sirve de test para evaluar cómo responde la piel.
Cuando se aplica la arcilla sobre la cara hay que tener un cuidado especial puesto que puede resecarse excesivamente. Este tipo de aplicaciones se suele recomendar realizarlas como máximo una o dos veces por semana.
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3. Baños de agua arcillosa
Para las pieles más sensibles puede ser útil el baño de agua arcillosa. Se requieren unos 100 gramos de arcilla en una bañera llena de agua caliente. Previamente se dejan reposar aparte durante unos quince minutos en un cazo o una palangana sumergidos en agua bien caliente; de esta manera se diluirá mejor la arcilla cuando se eche en la bañera.
El baño de agua arcillosa se puede mantener durante 45 minutos. Está especialmente indicado en procesos de dermatitis húmeda de la piel, en los que la aplicación de arcilla más espesa podría tener un efecto irritante.
¿Se puede ingerir la arcilla?
El agua arcillosa para realizar una cura interna se prepara dejando reposar una cucharadita de postre colmada de arcilla (ocasionalmente dos) en agua mineral y dejándola actuar toda la noche, para tomarla por la mañana. Al inicio de la cura, es más comida, y procurando que el desayuno posterior sea muy pobre en grasas. Se recomienda habituarse poco a poco, evitando ingerir el poso de arcilla al principio de la cura.
La cura interna se plantea generalmente durante un periodo no superior a los 20 días (mejor dos semanas) y puede repetirse varias veces cada tres o seis meses.
La arcilla tiene muy pocas contraindicaciones, y la más importante es que no siente bien al estómago, lo cual con estas dosis y periodos es más bien raro, pero observar estas precauciones permite beneficiarse de la arcilla sin correr riesgos:
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El poder curativo de los peloides
Un peloide (pelos en griego significa "barro") es una mezcla de materia orgánica (humus) y no orgánica (minerales) que puede utilizarse con fines terapéuticos. La arcilla es un peloide, si bien no todos los peloides son arcillas; muchos ni contienen arcilla.
Los más interesantes desde el punto de vista medicinal son los fangos extraídos de lechos de lagos, albuferas o incluso el mar. Otros, en cambio, se fabrican fermentando una materia vegetal con fangos o lodos (muchas veces con hierba o heno reposados en piscinas con los fangos durante meses), o se comercializan en envases con parafina, que les da mayor plasticidad.
Estos peloides, sin embargo, no son habituales en casa ya que son más difíciles de encontrar y aplicar, y suelen usarse en balnearios.
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