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Microplásticos en el compost, un nuevo desafío para la economía circular
Hoy en día, resulta difícil no haber oído hablar del concepto de economía circular. De forma breve, se puede resumir en que lo antes considerado como un residuo ahora es una materia prima. Materiales que antes se desechaban ahora sirven para otras cosas y pueden convertirse en un nuevo producto. Esto ya resulta familiar al pensar en el vidrio, en los metales o los envases; pero es más difícil de asimilar en el caso de la fracción orgánica de la basura doméstica.
Cuando se gestiona la basura cotidiana la cosa se complica: una basura doméstica típica contiene un 40% de materia orgánica que se puede aprovechar si se consigue recuperar de forma separada, ya que el material resultante tiene aplicación en agricultura.
Para la recolección de residuos orgánicos domésticos, las administraciones han desarrollado distintos métodos. Los más extendidos son los contenedores en las calles (normalmente se asigna el color marrón al contenedor destinado a los desechos orgánicos) y la recogida puerta a puerta, ya sea en puntos de recogida específicos o en los propios hogares.
Tras la recogida, los restos generados en los hogares se llevan a las plantas de compostaje donde se unen con otros restos de origen vegetal tales como restos de poda. Así se consigue el equilibrio correcto de carbono, nitrógeno y fósforo hasta generar un producto adecuado para su uso en la agricultura. El proceso de compostaje en la planta se completa tras varios meses.
¿Hay microplásticos en el compost?
Todas las plantas de compostaje tienen mecanismos especializados en la eliminación de materiales no deseados. Pueden ser metales, cristales o plásticos. Las plantas modernas de compostaje disponen de mecanismos de retirada de materiales impropios con tamaños tan pequeños como 2 milímetros.
Los restos de materiales plásticos están en todas partes y nuestros desechos domésticos no son una excepción. El plástico se utiliza en nuestros hogares en grandes cantidades en forma de bolsas de plástico, envases de alimentos y una enorme variedad de objetos que pueden terminar en la basura, incluso en la que se recoge en el contenedor de residuos orgánicos.
Una vez en las plantas de compostaje, los restos de plástico presentes que han escapado al cribado, junto con la materia orgánica, son sometidos a los procesos de descomposición biológica y tratamientos mecánicos que son capaces de fragmentarlos hasta generar microplásticos. Estos son los plásticos que finalmente llegarán a los suelos agrícolas donde pueden tener diversos efectos.
Para reducir la llegada de restos de plástico al compost se han desarrollado estrategias de recolección puerta a puerta en las que mediante una mayor implicación ciudadana se busca obtener una mejora en la calidad del producto. Además, la llegada de nuevos plásticos compostables busca evitar la transferencia de restos de plásticos convencionales al compost. La clave es que todo plástico que pase al compost terminará diseminado en el campo.
Microplásticos en el compost
En un estudio elaborado por investigadores de la Universidad de Alcalá y la Universidad Autónoma de Madrid, se ha examinado el producto final elaborado en cinco plantas de compostaje localizadas en el noreste de España a lo largo de varios meses de 2021. Los resultados han sido publicados recientemente en la revista científica Science of The Total Environment.
En las muestras que hemos tomado a lo largo de este estudio, se han separado cuidadosamente los microplásticos del resto de materiales del compost. Una vez separados e identificados, se ha podido determinar la cantidad de plástico presente en las muestras.
Las principales diferencias entre las plantas de tratamiento son las cantidades de residuos que gestionan, que dependen de la población atendida, las estrategias de recogida del compost y las tecnologías que usan para elaborarlo. Estos factores han resultado ser claves para explicar la cantidad de plástico encontrado.
¿Qué se ha encontrado?
Hay presencia de plástico en todas las muestras examinadas. La proporción de tamaños indica un mayor número de microplásticos (menos de 5 mm) que de plásticos grandes en el producto final que llega al campo. Esto supone un problema, ya que a medida que los materiales se reducen en tamaño son más difíciles de controlar y los daños que producen pueden ser mayores.
La concentración de microplásticos varía entre plantas, en un rango de 5-20 partículas por gramo de compost, según la tecnología empleada. Las plantas de tratamiento más pequeñas, que usan estrategias puerta a puerta y prohíben el uso de bolsas que no sean compostables, obtienen mejores resultados que plantas de mayor tamaño y que realizan menos control previo al compostaje.
Para hacerse una idea de lo que suponen estas cifras, incluso la planta con mejor resultado aportaría 4.800 millones de microplásticos al año y las cinco plantas en conjunto diseminarían 1,4 billones de microplásticos cada año en los suelos agrícolas.
Los principales materiales encontrados en el compost son el polietileno (muy común en las bolsas de basura y la mayoría de elementos cotidianos), el poliestireno y polipropileno (ampliamente usados en los envases), el cloruro de polivinilo (PVC, junto con el polietileno destaca por ser usado en el film que usamos como envoltorio de alimentos) y las fibras de poliéster y acrílicas (que se generan por desgaste de tejidos sintéticos). Por el contrario, no se ha encontrado rastro de ningún material compostable, lo que indica un correcto funcionamiento de las plantas de compostaje.
Posibles soluciones
Con este trabajo se ha demostrado que es necesario un control previo a la llegada de los materiales a las plantas de compostaje. Para ello, las estrategias puerta a puerta, en las que se individualiza la recogida de material orgánico, tienen un efecto positivo en la reducción de plástico en el compost. Sin embargo, a pesar del esfuerzo.
En la actualidad, las gestiones individualizadas son difíciles de llevar a cabo en poblaciones grandes ya que es poco viable prescindir de los contenedores a pie de calle. Para solventar este problema y conseguir una reducción en el plástico que diseminamos en los suelos agrícolas existen varias ideas:
*Carlos Edo es doctorando en Hidrología y Gestión de los Recursos Hídricos en la Universidad de Alcalá, Francisca Fernández es Catedrática de Biología en la Universidad Autónoma de Madrid y Roberto Rosal es Catedrático de Ingeniería Química en la Universidad de Alcalá. Este artículo se publicó originalmente en The Conversation y se publica aquí bajo una licencia de Creative Commons.
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