Bercianos por el mundo | Alfonso Núñez: casi medio siglo con su Taberna Berciana en Gijón
Alfonso Núñez nació en Santo Tirso de Cabarcos (en Sobrado) pero lleva desde el año 1973 en Gijón. Allí llegó “por circunstancias de la vida” desde Barcelona, a donde se había ido a trabajar desde su Bierzo natal. Abrió un primer bar y después el que actualmente regenta, la Taberna Berciana del número 25 de la calle Ezcurdia, a una nadina de la playa de San Lorenzo, la estampa más característica de la villa gijonesa.
Con un elegante chaleco color púrpura sobre una camisa de manga corta con pequeños dibujos y zapato y pantalón negros, Alfonso atiende su negocio con la maestría del veterano. Va arrancando la mañana y los clientes van llegando. Una pide limonada y, aunque estamos en octubre, nos cuenta Alfonso que dicha bebida se demanda y se sirve durante todo el año. La trae a Asturias del otro lado del Negrón y, dice con risas, aquí, en Gijón, no usan ciertas expresiones algo políticamente incorrectas para referirse al acto de beberla. Es limonada de una bodega mediana que, asegura, es la mejor. Ha tenido algunas de renombre que, al parecer, no resultaron del gusto de los paladares asturianos.
A través de aquel túnel y de los puertos de Somiedo, Leitariegos o Ventana le llegan a Alfonso no pocas de las viandas que sirve en su local. Los mencías y godellos son de la comarca; los pimentines y el chorizo que pone de pinchín, de Toral de los Vados (antes los traía de Dehesas) y de Molina, respectivamente. Los asturianos “son de comer bien”, señala el regente de esta embajada de la comarca a pocos metros de las olas del Cantábrico, y por eso el producto que les hace llegar es de lo mejor, o sea: del Bierzo.
Entre su clientela, hay mucho oriundo de la comarca. Algunos de ellos son los que le facilitaron las fotos (de la Fortaleza Templaria, de Las Médulas o de la mencía en las viñas) que decoran esta Taberna Berciana, de techo alto y luminoso comedor. Nos cuenta que entre Avilés y Gijón abundan los bercianos, muchos ahora jubilados, que se trasladaron por trabajo en la (ahora extinta) gigantesca Ensidesa, y grupos de estudiantes de la escuela de peritos, tanto de chicos como de chicas.
Debido a la pandemia, que su negocio ha superado “aguantando de aquella manera”, Alfonso lleva más de dos años sin pisar ni Santo Tirso de Cabarcos, ni Toral de los Vados ni tampoco el Toralín, a donde le gusta acudir con amigos, en coche desde Asturias, a disfrutar alguna que otra vez de las gestas de Yuri y compañía en directo. En la televisión de este lugar de la calle Ezcurdia, la emisión del partido de la Ponfe congrega a no pocos paisanos, pues la Taberna Berciana funciona como parroquia cuando juega el equipo.
Productos de la comarca en la Taberna Berciana de Gijón
“Van lanzados, va como un tiro”, sostiene alegre desde Gijón este oriundo de San Tirso de Cabarcos sobre los hombres de Jon Pérez Bolo. ¿Y qué pasa cuando el enfrentamiento es directo entre ponferradinos y asturianos, habrá conflicto? “No”, dice Alfonso, pues los aficionados del Sporting, asegura, “son gente de paz”.
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— SK Shaan Sun Mar 06 07:18:46 +0000 2016
Los vinos del Bierzo gustan y se venden bien en esta taberna, explica su dueño, la limonada corre todo el año y los domingos se prepara cocido maragato (hay un panel explicativo sobre el orden de los elementos debido para su ingesta). El botillo, rey de la gastronomía berciana, está en carta, como el lacón con pimientos o el pulpo con cachelos. También hay platos gallegos y asturianos, como el cachopo, que, explica este hostelero, “con vino del Bierzo sabe mejor”.
Las castañas las trae el propio Alfonso de Toral de los Vados, pues suele tomarse vacaciones en la época en que se apañan, aunque este año planea ir algo más pronto y teme que no podrá encontrar el marrón fruto antes de su vuelta. Para él, las castañas de Asturias no tienen tan buen sabor como las del Bierzo, las cuales, además, “pelan mejor”. Un cliente, asturiano señala que en el Principado “no se cuidan los castaños como hacéis allí”. Lo dice como conocedor de la zona, pues pasó seis años trabajando entre Ponferrada y Villablino, como transportista de materiales para la construcción de un canal de regadío en Páramo.
Eran los tiempos, cuenta, de construcción del pantano de Matalavilla (que se terminó en 1967) y recuerda la efervescente actividad en la zona, en la que “los pueblos eran como ciudades”. Mientras saborea su copa de vino del Bierzo, se le viene a la mente el continuo tránsito de camiones por la carretera de Ponferrada a la Espina, los saraos en la sala de fiestas de Páramo del Sil o, en esa misma localidad, las proyecciones en el cine. Volvió 30 años después y, resume, “te quedas alucinado” al ver “todo cerrado”. Echó de menos el silbido del Ponfeblino en los valles del Alto Sil, aquel tren verde y amarillo que iba “pitando y echando humo, era una comedia”, recuerda con risa este astur.
Era otro noroeste, con otro presente, quizá más férreo y más articulado, pues recuerda Alfonso que había tambien una la línea de tren entre Gijón y Orense, la cual ya no circula.
Hoy, buena parte de eso se ha ido y la propia carretera de la Espina ha pasado a ser mentada con el aséptico nombre de CL-631, como si el volar del dólar de la ciudad del ídem evacuara consigo hasta los significantes de otro tiempo. Esa carretera es la que recorre Alfonso Núñez cuando viene de vacaciones, o a visitar a su primo o a disfrutar del partido de la Ponferradina.
Alfonso Núñez y su Taberna Berciana
La vida de Alfonso Núñez comienza en Santo Tirso de Cabarcos y pasa después a Ponferrada. La capital del Bierzo le acogió siendo un adolescente. En una academia, en la calle Ancha, entre el Bergidum y la plaza del Ayuntamiento, le preparó Don Baldomero para entrar al instituto Gil y Carrasco. Aquel edificio de la academia de Don Baldomero sigue allí, asegura, no así la casa en la que se hospedaba, junto a otras dos chicas, también estudiantes, en la calle Once Mil Vírgenes.
En la Lastra, en Santo Tirso de Cabarcos, en Sobrado, mora todavía la memoria de su infancia. Allí se crió y de esas montañas sigue manteniendo los recuerdos, como los del mucho ganado. Había vacas y animales por doquier, “como en todos los pueblos de aquella”. De allí partió, primero a Ponferrada, luego Barcelona, luego Asturias, hasta convertirse en una figura querida por los vecinos de esta zona de Gijón, quienes lo alaban como profesional y como persona.
Con la comarca siempre en el corazón, este berciano elegante, educado, amable y trabajador no borra la sonrisa de su cara mientras atiende a sus clientes, los cuales destacan la cercanía con las que les trata y lo bueno que está todo. Las circunstancias de la vida trajerón a esta calle Ezcurdia de Gijón a este berciano, volviendo afortunados a sus vecinos por poder contar con la Taberna Berciana para sus ratos de ocio, comidas y descansos, y de Alfonso Núñez, de Santo Tirso de Cabarcos, como anfitrión.
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