José A. Caamaño Anido: «Fun o primeiro en chegar a Clangor trala explosión, e quedei bloqueado»

Ocio y negocio

No fue la última vez que mezcló trabajo y aficiones. Más adelante, le cogió gustó a los masajes y montó su propio gabinete en Negreira tras sacar la titulación, una actividad que compaginó con otra disciplina que no tenía nada que ver y que le acabó llevando al fin del mundo. El que fuera su primer entrenador de boxeo le empezó a hablar de su trabajo como soldador en plataformas de petróleo, y la curiosidad empezó a picarle. Probó en un taller y le dijeron que tenía bastante «xeito». Los masajes le gustaban, pero las ofertas económicas para soldar eran tentadoras, así que se metió en la aventura más pintoresca de su vida: «Marchei para Rusia». El proyecto estaba relacionado con Gazprom, el gigante energético, y el reto era trabajar durante tres meses en unas condiciones durísimas: cinco horas de sol diarias, doce de trabajo y treinta grados bajo cero. «Ninguén daba un duro por min, e aguantei ben, alí era o que contaba os chistes. Valeume moito. Quería poñerme a proba, e tamén escapar un pouco de aquí, porque tiven un accidente que me deixou moi tocado», justifica.

De aquel trabajo en el gasoducto, más bruto, pasó a hacer trabajos en Serbia y Croacia con «condicións bastante mellores, pero peores salarios». En España también encontró hueco y trabajó en Oroso con piezas que acabaron en el Wanda Metropolitano, pero cuando se estaba formando «para embarcar» y soldar en alta mar empezó a tener dolores en la mano. Las piezas se le caían. El médico le dijo que tenía que operarse y dejar el trabajo. Aún se le nota la cicatriz.

«Negreira ten que currarse máis as oportunidades que ofrece o Camiño»

Aunque siempre hizo un poco lo que necesitaba y lo que le apetecía, parecía inevitable que el hotel Tamara, en Negreira, se cruzase en algún momento en su vida. Era el negocio familiar, y en la primera década del milenio le tocó coger las riendas. En tiempos fue el único hotel entre Santiago y Fisterra, pero el grueso de la clientela se hacía «das sobras» de la capital. En la etapa en la que le tocó sacarlo adelante vivió el impulso del Camino, que sigue creciendo. Fue la parte buena, y ve que todavía pueden hacerse muchas cosas, aunque también cree que «Negreira ten que currarse máis as oportunidades» que ofrece la ruta xacobea, porque los intereses económicos y los servicios no profesionales ponen en riesgo un fenómeno que le da ambiente al pueblo como nunca, sobre todo en verano. En el Tamara también vivió los sinsabores de las vacas flacas, que hicieron oportuno ceder el negocio en alquiler.

Pasión por las brasas

En un viaje a Buenos Aires junto a su hermano Miguel descubrió su pasión por los asadores y las parrillas. Y en los bajos del Tamara desarrolló su primer intento con A de Totó. Tras el período de desconexión como soldador y la lesión en la mano, decidió «centrar o tiro» y ponerse otra vez ante las brasas, esta vez con un restaurante en Trasmonte, en la carretera que une Bertamiráns y Negreira. Allí, con la base que tiene tratando carnes y pescados, está experimentando desde hace cuatro meses hasta dar con una carta basada exclusivamente en productos asados. «Podo facer de todo», dice, convencido de que está dando con la clave. Mientras, va buscando olores, carbones y distintos tipos de leñas para poner a andar la parrilla. Chispas le sobran.

Nombre. Totó Caamaño (Negreira, 1971).

Profesión. Hostelero.

Rincón elegido. La capilla de la Corticela, dentro de la catedral. «Eu son puro nervio, e aquí teño a paz e a relaxación que non atopo en ningures».

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