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La Desbandada de Málaga: la masacre de los franquistas

Vamos a conocer la historia de lo que pasó en Málaga en febrero del año 1937, una vergüenza represiva para el franquismo y el fascismo en general. Pero también, un profundo deshonor en la historia de la II Republica Española, que abandonó a su suerte a la ciudad de Málaga.

La Desbandada fue un ataque a civiles por parte del bando de Franco, ocurrido durante la Guerra civil española, el ocho de febrero de 1937, ante la llegada de las tropas franquistas en la Málaga republicana. Una multitud de refugiados que abarrotaban la carretera huyendo hacia la ciudad de Almería, que seguía siendo republicana. Esta multitud, que huía de la capital, fue atacada por mar y aire causando la muerte de cerca de 10.000 civiles, aunque no se sabe la cifra exacta.

La masacre de la carretera de Almería constituyó el episodio más cruento de la Guerra Civil en Málaga y uno de los peores de todo el conflicto. Sobre lo acontecido en Málaga, entre el siete y el doce de febrero de 1937, hay muy pocos documentos y escasos testimonios del terror que se produjo en la ciudad.

LA MÁLAGA REPUBLICANA

Tras el golpe de Estado del 18 de julio de 1936, en Andalucía, sólo Almería, Jaén y Málaga siguieron leales al Gobierno legítimo de la República. Tras el fracaso de los golpistas, Málaga se convierte en objetivo principal para los franquistas, más que por su importancia estratégica por su importancia y relevancia moral. Desde agosto de 1936, la ciudad es sometida a intensos bombardeos, que provocan decenas de muertos y tienen aterrada a su población.

Málaga era una ciudad fuertemente republicana y se había caracterizado por la fuerza que había adquirido el movimiento obrero, en especial de la anarquista CNT y del Partido Comunista de España. Tenía una población aproximada en aquellos años de unos 190.000 habitantes.

En las elecciones generales celebradas en febrero del año 1936 habían conseguido el primer diputado de su historia por esta provincia, saliendo elegido Cayetano Bolívar, lo que llevó a que durante esta época fuera denominada Málaga la Roja. Se produjeron varios hechos violentos durante estos años debidos a la polarización social, entre los que destaca la quema de conventos y la existencia de una constante violencia política.

La aviación franquista bombardeando Málaga

Tras el golpe militar del dieciocho de julio de 1936 contra la II República, la ciudad de Málaga y gran parte de la provincia quedaron bajo control republicano debido a la acción de las milicias obreras, que consiguieron sofocar el golpe.

La defensa de Málaga se basaba en 12.000 hombres mal organizados y equipados, en su mayoría eran campesinos y milicianos voluntarios repartidos por la provincia. Por el lado rebelde había un ejército de 19.000 soldados bien instruidos y equipados, 10.000 regulares del Tercio de Marruecos y unos 10.000 italianos de las Corpo Truppe Volontaire de Mussolini. A ellos debemos unir su superioridad aérea y marítima.

Las tropas italianas del Corpo Truppe Volontaire de Mussolini habían desembarcado en enero de 1937, en Cádiz y fueron distribuidas entre las provincias de Sevilla, Málaga y Granada.

Son tomadas las zonas rurales de Archidona, Antequera y Ronda entre los meses de agosto y septiembre de 1936. Empiezan a llegar a Málaga los primeros refugiados, que huyen de las tropas rebeldes franquistas y se calculan que fueron unos 35.000, los cuales relatan hechos aterradores, haciendo especialmente mención al Tercio de Regulares de Marruecos a los que se les atribuyen violaciones, saqueos y crímenes.

A ello debe unirse que el general fascista Gonzalo Queipo de Llano comienza a través de la radio su guerra psicológica contra la población civil malagueña, en donde no solo relata los avances de las tropas rebeldes frente a los republicanos, sino que lanza a la población de las zonas republicanas toda clase de advertencias y amenazas. Un día les dice:

“Nuestros valientes Legionarios y Regulares han demostrado a los rojos cobardes, lo que significa ser hombre de verdad. Y, a la vez, a sus mujeres. Esto es totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen”.

Durante los primeros meses de guerra, Málaga estuvo prácticamente aislada del resto del territorio de la República ya que la única vía terrestre que la enlazaba y que no estaba en poder de los sublevados era la carretera de Almería, la cual era vulnerable al bombardeo marítimo y dificultaba el envío de soldados y provisiones a la provincia.

De hecho, esta carretera se encontraba cortada desde los inicios del año 1937, debido a una gran inundación acaecida en Motril. Por ello, las autoridades de Málaga actuaron en muchas ocasiones al margen de las decisiones del gobierno republicano.

LA CONQUISTA DE MÁLAGA

Málaga por su situación geográfica era muy fácil de defender, sólo se podía acceder por carretera y por el resto de los flancos estaba rodeada por mar y por montañas. Su defensa no presentaba grandes dificultades.

El problema es que desde el Madrid republicano, Málaga era conocida como la Roja, porque había demasiados comunistas y anarquistas y en consecuencia no se le apoyó debidamente. Como hemos visto, había 12.000 milicianos pero apenas tenían 8.000 fusiles y con total escasez de municiones y con una carencia total de artillería.

El gobernador civil de Málaga, Arraiz, era consciente de que la población de la ciudad estaba desabastecida y muy mal alimentada. Existía una cierta anarquía en la ciudad, pues llegó a haber hasta veintidós comités, con lo cual la desorganización era muy amplia. La fortificación defensiva era muy débil y los responsables militares y políticos ya habían huido de la ciudad, dejándola al albur de los rebeldes. Los huidos militares no dejaron instrucciones para mantener la resistencia y poder llevar la evacuación de la ciudad de una forma ordenada.

El diecisiete de enero del año 1937, el general rebelde Queipo de Llano lanzó una primera ofensiva sobre toda la provincia de Málaga y su objetivo principal era la capital. Ocupó Marbella por el oeste y, desde Granada una columna rebelde tomó Alhama y los territorios cercanos.

Malagueños pidiendo armas en el Palacio de la Aduana contra el golpe de estado

En estos dos ataques simultáneos apenas hubo resistencia por parte de los republicanos y provocaron un primer éxodo de civiles hacia la capital malagueña. Sin embargo, las autoridades republicanas no creyeron que estos movimientos fueran el inicio de una campaña general en el sur y no fueron enviados refuerzos.

El siete de febrero de 1931, el coronel José Villalba, estaba encargado de la defensa de la ciudad, sin embargo, abandona la ciudad junto a otros mandos militares, con lo cual los rebeldes encuentran la ciudad totalmente indefensa.

Se les había ofrecido a los republicanos malagueños que se les enviarían armas para mejorar la defensa de la ciudad.

El general Queipo de Llano, como hemos visto, amenaza por radio diariamente, mientras preparaba el asalto de la ciudad a la espera de los refuerzos italianos del Corpo Truppe Voluntari y a los regulares marroquíes. Los camisas negras italianos reunieron a nueve batallones en el norte de la provincia, es decir, unos 10.000 hombres.

El tres de febrero comenzó el ataque definitivo contra la ciudad Málaga, partiendo desde Ronda. Los rebeldes sublevados encontraron una floja resistencia. Cundió el pánico entre los defensores y los civiles en Málaga por el miedo a quedar aislados y ante la posible represión, por lo que muchos civiles y milicianos optaron por huir por la carretera de Almería, que era la única vía de escape disponible. Ésta no había sido cortada, si bien estaba a merced de los bombardeos desde tierra, mar y aire.

Tropas del ejército rebelde, en el asedio a población civil durante “la desbandá”

Los italianos tomaron las cumbres de Ventas de Zafarraya el seis de febrero, desde donde dominaban cualquier posible retirada por la carretera de Almería. Se ordenaba la evacuación de Málaga ese mismo día y, al día siguiente, las tropas italianas entraban en los suburbios.

El domingo ocho de febrero entran en la ciudad las tropas franquistas. A las siete y media de la mañana entran por la carretera de Torremolinos y se encuentran una ciudad semivacía, con los barrios obreros abandonados. A las nueve y media entran en el puerto de Málaga los cañoneros Cánovas del Castillo y Canalejas. Llegan al medio día las columnas italianas desde Antequera y Colmenar. A las dos del mediodía hay un desfile de las tropas franquistas en el centro de la ciudad.

LA DESBANDADA

La Desbandada de Málaga: la masacre de los franquistas

El domingo siete de febrero era día de carnaval. Málaga era frecuentemente bombardeada por la aviación rebelde, pero en los últimos días éstos era más asiduos. Además, estaban llegando muchos refugiados de los pueblos de la provincia.

Curiosamente ningún periódico malagueño informa que la ciudad ya estaba cercada por las tropas rebeldes. La ciudad entra en pánico y comienza la huida.

La esposa del hispanista Gerald Brenan, Gamel Woolsey, relata en su libro “El otro reino de la muerte”, el pánico en Málaga:

“Un siniestro rumor que nos hizo olvidar a todos la quema de casas y se propagó por el pueblo:

¡El tercio, que viene el tercio!

Por el tono de las voces que oímos en la calle, era como si hubieran dicho: Se ha abierto el infierno, Lucifer y su legión están sobre nosotros. Esta legión, digna de Lucifer, era lo que esperaban y la expectativa corría como una ola fría de horror sobre el campo. Nadie se acostó, todos estaban fuera en la carretera, viendo la llama roja de Málaga e intentando escuchar a lo lejos los pasos del enemigo que se acercaba”.

La mañana del siete de febrero, los malagueños divisan desde la ciudad los cañones apuntándola y eso desata ya el pánico y aparece la frase

¡Qué vienen los moros!

El Tercio de Regulares marroquíes que acompañaban a las tropas rebeldes estaban precedidos del terror, pues destacaban por la libertad que tenían para violar a las mujeres, y toda clase de violencia.

Se calcula que fueron decenas de miles los que intentaron huir, aunque el camino era extremadamente difícil tanto por los bombardeos como por el hecho de que la carretera se encontraba en pésimas condiciones a la altura de Motril.

Muchos huyen por su militancia política o sindical pero muchos porque nadie quiere quedarse a ver lo que vaya a ocurrir. El miedo arrastra a la masa, además después de haber escuchado, lo que hacían las tropas rebeldes con los vencidos y además después de escuchar las arengas de radio del general Queipo de Llanos.

Los barrios populares se quedaron vacios, mientras la gente formaba caravanas en el paseo del Parque y avanzaba hacia El Palo y Rincón de la Victoria.

Arthur Koesstler, que era corresponsal del Daily Worker, describía de la siguiente forma la situación en Málaga:

Hacia las dos de la tarde comienza el éxodo desde Málaga. La carretera es un río de camiones, coches, mulas, carros, gentes asustadas que riñen entre ellas. Esta riada lo chupa y arrastra todo: civiles, milicianos desertores, el gobernador civil, algunos oficiales del Estado Mayor. Corren algunos extraños rumores por Málaga; que los rebeldes han ocupado ya Vélez, la siguiente población hacia el este, a unos cincuenta kilómetros; el río de refugiados se dirige a una trampa mortal. Según otro rumor, la carretera está todavía abierta pero bajo el fuego de los barcos de guerra y de aviones que ametrallan a los refugiados. Nada, entonces, puede ya detener al río: fluye y fluye, y se alimenta sin cesar de los arroyos del miedo”.

Al amanecer del ocho de febrero, mientras los rebeldes toman la capital, los refugiados llegan a Torre del Mar y es el lugar donde se les unen los refugiados que proceden de los pueblos del interior de la provincia. Esta carretera se encuentra pegada al mar.

Son conscientes de la presencia de barcos de guerra enfrente de la carretera y que al mismo tiempo, la aviación rebelde empieza a bombardearlos. Los rebeldes justifican estos ataques porque entre ellos huyen milicianos de los frentes derrotados y líderes políticos de la izquierda.

Sin embargo, la realidad es bien distinta pues la mayoría de los milicianos ya se habían ido unos días antes, cuando comenzaron a caer los distintos frentes. Los que iban en la caravana eran familias que arrastran niños y ancianos.

Participaron en el bombardeo, además de la fuerza aérea franquista y alemana, los buques Canarias, Baleares y Almirante Cervera, así como los tanques y la artillería rebeldes. La escuadrilla aérea España, fiel a la República, trató de defender a los huidos con poco éxito. La mayoría de pueblos en el camino hacia Almería no ayudaron a los fugitivos ante el miedo a las represalias posteriores por parte de los sublevados, que continuaban avanzando.

Sin embargo, este mismo miedo hizo también abandonar sus casas a muchos de los vecinos de estos pueblos situados en la costa malagueña; tal es el caso de Lagos, en el término municipal de Vélez Málaga. El primer ataque rebelde fue en un conjunto de casas frente al mar donde algunos supervivientes sitúan los primeros bombardeos de barcos y aviación contra la población inocente que huía por la carretera. El ocho de febrero hubo un desembarco de tropas rebeldes en Torre del Mar, para intentar cortar la retirada de las tropas republicanas.

Durante este suceso, se produjo la intervención del doctor Norman Bethune, que se desplazó expresamente desde Valencia hasta Málaga con su unidad de transfusión de sangre para socorrer a la población civil, que estaba siendo masacrada.

Durante tres días él y sus ayudantes Hazen Sise y Thomas Worsley socorrieron a los heridos y ayudaron en el traslado de refugiados hacia la capital almeriense. Esta traumática experiencia le llevaría a escribir el relato “El crimen de la carretera Málaga-Almería”. En él relata lo siguiente:

“….. lo que quiero contaros es lo que yo mismo vi en esta marcha forzada, la más grande, la más horrible evacuación de una ciudad que hayan visto nuestros tiempos….”.

“Lo mismo que pasó en la carretera de Málaga-Almería lo he visto luego, y lo sigo viendo muchas veces en el cine y en la televisión. Creó que lo que hicieron en Málaga fue como un ensayo de lo que posteriormente sucedió en otras guerras. Pero la primera vez que se atacó y bombardeó así a la población civil fue a nosotros, en aquella carretera: ocuparon Málaga y prepararon una trampa criminal a la salida”.

RELATO DE LA DESBANDADA

El diario británico “The Manchester Guardian” relata lo que sucede de la siguiente manera.

“La evacuación de Málaga comenzó cuando su población supo de las dificultades de los frentes, pero nadie creyó que el éxodo voluntario iba a asumir el carácter de un cataclismo humano desconocido en la historia de Europa. Pronto se convirtió en una sangrienta realidad. El camino se torno un infierno bombardeado por los barcos fascistas españoles y los aviones alemanes e italianos... Pronto el camino quedó cubierto de muerte.

La caravana de miles de personas llena la carretera de banda a banda; se avanza con dificultad. Algunos prefieren hacerlo de noche aprovechando que hay luna nueva o deciden tirar campo a través para evitar los continuos bombardeos que se hacen interrumpidos en esta zona de la costa.

Las tropas les siguen de cerca y la gente empieza a abandonar sus enseres en la carretera, que se llena de bultos, carros y de los utensilios más insospechados. Los caballos y los burros pasan a ser los bienes más codiciados, hasta el punto de que algunos supervivientes recuerdan haber presenciado enfrentamientos e incluso robos de estos animales que, en ocasiones, se desploman exhaustos de cansancio.

La comida empieza a escasear y los cultivos de caña de azúcar del camino se convierten en el único sustento. Los campos quedan arrasados al paso de esta marea humana que también rebusca alimento en los cortijos abandonados. La gente de los pueblos cierra a cal y canto las puertas de sus casas; son pocos los que ofrecen ayuda a los refugiados.

El camino de Nerja a la Herradura, es el tramo con más muertos por los bombardeos. La carretera se retuerce en su entrada en el paraje natural de Maro. Ya no hay cultivos con los que alimentarse y el camino, recortado entre los peligrosos acantilados que caen a la orilla y la montaña de fondo aparece como una diana perfecta. La multitud avanza agotada tras dos días andando casi sin descanso y bajo el temor de las bombas y de las tropas nacionales e italianas que les pisan los talones.

Los bombardeos se hacen especialmente encarnizados en la cuesta de La Herradura, donde según testimonios de los supervivientes, se producen más víctimas normales. Cada ataque de los aviones o de los barcos dispersa el grupo en busca de refugio. Al regresar a la carretera, son muchas las familias a las que les falta algún miembro. Comienza entonces una búsqueda angustiosa que en algunos casos no obtendrá nunca resultados. Otros, la mayoría, se reencontrarán durante el trayecto o al cabo de los años.

La carretera se llena de gritos y de llantos. Entre los extraviados hay multitud de niños pequeños. El médico canadiense Norman Bethune, que avanza con su ambulancia recogiendo a refugiados, llega a contabilizarse más de cinco mil niños menores de diez años: Los niños llevaban solamente su pantalón y las niñas su vestido ancho…..niños con los bracitos y las piernas enredados en trapos ensangrentados: niños sin zapatos, con los pies hinchados, niños que lloraban desesperados de dolor, de hambre, de cansancio.

Hay personas que, agotadas, se abandonan a su suerte en las cunetas del camino. Son en su mayoría ancianos o embarazadas. Bethune también constancia de ello: Había mujeres que no podían dar un paso más: la sangre de las úlceras de sus piernas hinchadas teñían de rojo sus alpargatas blancas. Muchos viejos abandonaban toda esperanza y, tumbados en la cuneta del camino, esperaban la muerte.

El tramo de Nerja y Almuñécar supone para muchos refugiados el final de su huida. Las familias que avanzan con más lentitud o que salieron más tarde de Málaga ven interrumpido el camino por las tropas italianas, que les impiden el paso y les conminan a volver a sus hogares donde, les aseguran, no tendrán nada que temer si no tienen las manos manchadas de sangre. En algunas poblaciones como Almuñécar se fletan autobuses para llevar a los refugiados de regreso; otros deberán desandar el trayecto a pie.

En algunos periódicos se publican fotos de los que vuelven y se llega, incluso, a afirmar que se trata de malagueños que huyeron de los republicanos y que ahora, una vez ocupada Málaga por los nacionales, desean retornar.

Los refugiados que no han sido interceptados por los italianos prosiguen su marcha. En su camino, entre Salobreña y Motril, se encuentra con que el puente que atraviesa el río Guadalfeo ha sido volado. El caudal va muy crecido, aunque no se conocen aún hoy en día los motivos exactos. Durante años se ha asegurado que las tropas nacionales abrieron una presa que había más al norte, sin embargo, ese dique fue construido con posterioridad a estos acontecimientos; aun así, pudo liberarse alguna pequeña presa que surtía los campos de la zona. Lo que sí está confirmado es que ese mes de febrero fue especialmente lluvioso y que la semana antes de la huida la provincia fue azotada por un fuerte temporal de lluvia.

El río se convierte, por tanto, en un obstáculo casi insalvable. Aun así, son muchos los refugiados que se adentran en sus aguas para intentar cruzarlo; algunos lo hacen incluso de noche y con sus familiares en brazos.. Este es uno de los capítulos más referidos por los supervivientes y donde también se producen más víctimas. Otros nos e atreven a cruzar el río y prefieren andar campo adentro, donde, según algunos testimonios, se encuentran un puente de madera que les permite pasar al otro lado.

Las Brigadas Internacionales

La llegada de las Brigadas Internacionales que apoyan al Gobierno republicano contiene en Motril el avance de las tropas franquistas e italianas. El frente se establece en la sierra de Lújar, donde permanecerá hasta el final de la guerra civil. La presión de ser perseguidos desaparece por tanto para los refugiados que prosiguen el camino hacia Almería; los bombardeos han disminuido en intensidad. Aun así, el hambre y el cansancio son tan mortales ya como la metralla. La multitud avanza ya sin zapatos, con los pies heridos de la larga caminada y de gravilla que cubre el camino. Los jirones de ropa que se encuentran tirados por el camino sirven como improvisadas vendas para cubrirse las heridas y seguir avanzando.

Ya en la recta de Adra empiezan a aparecer camiones de milicianos que recogen a los que avanza en peores condiciones. Entre ellos está la ambulancia del médico Norman Betune, que describe de esta manera la escena que acontece cada vez qu su vehículo se abre camino entre la multitud.

Nuestro coche se abría paso a duras penas… los refugiados pasaban al lado del camino, como si no lo vieran. Seguían caminando, con los ojos entornados hacia el suelo como síntoma inconsciente de la extenuación…. Las mujeres avanzaban lentas con sus vestidos oscuros… tenían la cara y los ojos congestionados por el polvo y el sol de días y levantaban hacia nosotros, en sus brazos cansados, los cuerpoecitos de sus hijos. Llévese a este

¡Mire este niño!

¡Este está herido!

¿A quién íbamos a subir al coche?

¿Al niño que se moría de disentería o a la madre que nos miraba silenciosa apretando contra su pecho al bebé desnudo que había nacido en el camino?

El viernes doce de febrero comienzan a llegar a Almería los primeros refugiados. Se cobijan en las aceras de la ciudad, en el puerto, en fábricas y en almacenes. En apenas unos días la ciudad pasa a duplicar su población de 50.000 a más de 100.000 personas. En el hospital del Socorro Rojo reciben atención médica, alimento y ropa. Si bien, a los que llegan primero aún les queda por vivir otro dramático suceso. La aviación franquista bombardea la ciudad ese mismo viernes. Entre sus objetivos está hundir al acorazado republicano Jaime I que está fondeado en el puerto, pero las bombas golpean otras zonas de la capital almeriense, provocando decenas de muertos.

Como si no fuera bastante haber bombardeado y cañoneado a esa procesión de campesinos a lo largo de su caminata interminable, cuando el pequeño puerto de Almería estaba atestado de gente refugiada, los aeroplanos fascistas desataron sobre la población un nutrido bombardeo. Cuando se habían alejado los aviones, levanté del suelo los cadáveres de tres niños. La calle parecía una verdadera carnicería (Norman Bethune).

Los refugiados malagueños apenas permanecen unos días en Almería. Desde el puerto de la ciudad se fletan barcos y salen trenes de mercancías atestados con destino a Levante y Cataluña, aún bajo el poder republicano. Tras la larga caminata, a los malagueños aún le queda un largo trayecto por delante. Algunos volverán a Málaga terminada la guerra civil; otros se quedarán en sus nuevos destinos p saldrán hacia el exilio”.

¿Cuántos malagueños huyeron?

Los cálculos sobre la cantidad de huidos de Málaga son confusos y difíciles. Se calcula que fueron cerca de 150.000 personas huidas. La acción del ejército franquista sobre los huidos por la carretera de Almería provocó cerca de unos 10.000 muertos, la mayoría civiles.

Los refugiados de la caravana viven escenas de pánico ante el ataque de los rebeldes. Se esconden en las cunetas, en las alcantarillas, entre las cañas de azúcar que hay en los campos lindantes a la carretera.

Muchos de los huidos que llegaron a Almería, unos cien mil siguieron en la ciudad. Sin embargo, otros huidos malagueños, siguieron camino hacia el Levante español, de ahí la dificultad de saber el número de huidos.

El propio general Queipo de Llano hablaba de una huida de 250.000 personas. Gran parte de la población de la capital huyó, pero se estima que se les unieron entre 60.000 y 90.000 procedentes de la zona occidental de la provincia, y otros 50.000 que pasaron a través de Zafarraya hasta Vélez Málaga.

Miguel Ángel Melero, profesor de la Universidad de Málaga, reconoce que sobre aquella huida aún cuesta poner números. Entre 200.000 y 250.000 desplazados aunque hay quien eleva la cifra hasta los 300.000 y entre cuatro mil y seis mil muertos, tal y como recoge Melero. Éste explica:

“La huida, el éxodo… el genocidio de la carretera de Málaga a Almería representa en nuestra provincia el episodio más trágico de la guerra civil, a la vez que uno de los más señeros y vergonzantes ocurridos en España durante el conflicto bélico de 1936-1939”.

El hispanista Paul Preston hace el siguiente relato:

“La multitud de refugiados que bloquearon la carretera de Málaga había estado en un infierno. Fueron atacados desde el mar y bombardeados desde el aire en un continuo ametrallamiento. La escala de la represión en el interior de la ciudad capturada explica por qué estos civiles estaban dispuestos a echarse a la carretera”.

Esta constituyó una de las mayores masacres civiles de la guerra, al tiempo que una de las más desconocidas si la comparamos con el éxodo de civiles que estaban por venir, como la de los Pirineos en el año 1939, o la más reciente en el tiempo, consecuencia de la campaña de Guipúzcoa de septiembre de 1936.

El general rebelde Queipo de Llano relataba así estos acontecimientos, el nueve de febrero, en sus conocidas alocuciones de radio, decía:

“Malagueños, maricones, ponedle pantalones a la luna”. Enseguida de tomar la ciudad, Queipo de Llano en su primer discurso decía por radio: “A los tres cuartos de hora de tomar la ciudad, una parte de nuestra aviación me comunicaba que grandes masas huían a todo correr hacia Motril. Para acompañarles en su huida y hacerles correr más aprisa, enviamos a nuestra aviación que bombardeo, incendiando algunos camiones”.

Las armas mandadas desde Valencia a los republicanos de Málaga nunca llegaron y no se sabe que sucedió. En aquellos momentos, ya eran notorias la división y disputas entre los militares republicanos. Era cierto que la República disponía de pocos recursos en armas. Además, las fuerzas republicanas que dominaban Málaga no coincidían con las autoridades que gobernaban en Madrid. Algunos historiadores hablan de que la República tenía que elegir entre defender Madrid o mandar armas a Málaga.

La masacre de la huída de Málaga es uno de los peores crímenes de guerra cometidos por el ejército franquista, que se distinguía por su crueldad y falta de respeto por los derechos humanos y permaneció oculta durante muchas décadas.

Muchos de los cadáveres de esta masacre fueron arrojados al mar y muchos siguen enterrados en las cunetas. Muchos de los muertos estaban en cañaverales. Algunos de los que huían, decían que era difícil andar y no pisar cadáveres. Algunos decían que desde tierra se oían las risas de los marineros de los buques que les bombardeaban.

Este manto de silencio por parte del franquismo es lógico pero difícil de explicar. Sin embargo, se piensa que el silencio republicano es debido a la vergüenza que significó la forma de la rendición de Málaga sin apenas resistencia.

Apenas hay documentación que permita aclarar qué paso para que la Málaga roja cayera en manos de los franquistas sin apenas resistencia, y exponiendo a la población a una huida descontrolada y siendo fácil blanco de las tropas rebeldes tanto por tierra,como por mar y aire.

El médico Norman Bethune tiene documentación fotográfica sobre la participación de la aviación alemana, con la participación de sus bombarderos Heinkel.

Tras los sucesos de Málaga y su rendición, la República encausó a los principales mandos militares de la ciudad, que no defendieron ni la plaza ni a su población civil. Sin embargo, se tiene escasos datos de este proceso y se carece de la sentencia.

EL MÉDICO CANADIENSE NORMAN BETHUNE

Era un famoso cirujano pulmonar que impresionado por las noticias de la guerra civil española, abandona su puesto médico y se alista en las Brigadas Internacionales como voluntario sanitario. Estando en Madrid, le llegan noticias de la caída de Málaga y del éxodo masivo, y decide partir hacia Almería para socorrer a los refugiados y se le unen como ayudantes Hazen Size y Thomas Worsley.

Llega a Almería el diez de febrero y, se dirige con su ambulancia camino de Málaga para socorrer a los refugiados. Lo que vio lo relata de esta manera en su libro “El crimen de la carretera Málaga-Almería”

“…. Lo que quiero contaros es lo que yo mismo vi en esta marcha forzada, la más grande, la más horrible evacuación de una ciudad que hayan visto nuestros tiempos…”.

“Lo mismo que pasó en la carretera de Málaga-Almería lo he visto luego, y lo sigo viendo muchas veces en el cine y en la televisión. Creó que lo que hicieron en Málaga fue como un ensayo de lo que posteriormente sucedió en otras guerras. Pero la primera vez que se atacó y bombardeó así a la población civil fue a nosotros, en aquella carretera: ocuparon Málaga y prepararon una trampa criminal a la salida”.

Los que regresaron a Málaga sufrieron la brutal represión del general Queipo de Llano.

El médico canadiense Norman Bethune

LA REPRESIÓN FRANQUISTA EN MÁLAGA

Entre los años 1937 y 1940, se calcula que fueron fusilados en Málaga unas 20.000 personas y muchas de ellas se encuentran enterradas en las conocidas fosas comunes del Cementerio de San Rafael. Se calculan que en él hay enterrados unas 4.000 personas, de las cuales ya han sido identificadas unos 2.800. Esta fosa común está considerada como una de las mayores de Europa

Las informaciones de los periódicos de la época, como “El Centinela” describen como Málaga ya no era una ciudad, era una carnicería, con mujeres saltando por la ventana, olor a carne quemada o los fascistas tiroteando por las calles indiscriminadamente a gente indefensa.

Si seguimos al historiador británico Anthony Beevor en su libro “La guerra civil española”, nos relata como de todas las ciudades que se habían resistido al levantamiento militar de los rebeldes. Málaga fue quizá la más castigada por la represión franquista. Entre los días uno y veintitrés de marzo de 1937 fueron fusilados más de 700 personas en los muros del cementerio de San Rafael.

Las ejecuciones masivas por parte del franquismo continuaron y no acabaron con el fin de la guerra civil, sino que continuaron hasta el año 1955.


BIBLIOGRAFIA

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