Piensa en grande y serás grande | El Imparcial
“Si tienes la mente vacía, siempre estará dispuesta para cualquier cosa, estará abierta a todo. En la mente del principiante hay muchas posibilidades; en la del experto, pocas”. Suzuki Roshi.
Desde hace unos meses y en especial con este comienzo de año de turbulencias bursátiles, unos pocos se preguntan qué está pasando con los precios de las bolsas, con el precio del petróleo y con el precio de las materias primas y demás activos financieros, en general. Sin embargo, desde hace ya unos años, la mayoría se preguntan qué está pasando con el precio de los alimentos, con el precio de la luz y con el precio de ‘la vida’, en general. Podría intentar pasar por experto y explicar el porqué de cada subida y bajada o podría pretender pasar por adivino y pronosticar hacia dónde se dirigen dichos precios, pero en vez de concretar y parecer más listo, me van a permitir que generalice utilizando tan solo ocho palabras: “asistimos a una gran epidemia global de codicia”. Ni más ni menos. Absolutamente todas estas fluctuaciones, que también incluyen un misceláneo de salarios a la baja, riqueza y pobreza extrema, deterioro de la clase media, escasez de producción agrícola, calentamiento global, destrucción de la naturaleza, enfermedades mentales, estrés, superpoblación, etc. Todo está directa o indirectamente relacionado con una gran crisis global de egoísmo y avaricia que nos ha invadido a todos. Tanto a los unos como a los otros.
Cuando era un adolescente, un conocido de mis padres me soltó una frase digna de un Steve Jobs de la vida, en medio de una velada amistoso-familiar: “piensa en grande y serás grande”. No sé de quién es la frase, pero si la hubiera soltado cualquiera de los mega exitosos o algún griego antiguo, miles de personas se la habrían tatuado en el brazo, o al menos unos cuantos futbolistas. Yo no estaba para agujas en aquella época y tampoco para frases de un fanfarrón, pero me quedé con la copla. Si nos paramos a pensar, el concepto de ‘crecer cada vez más’ aplicado a lo físico, a lo financiero o a lo urbano, entre otras muchas cosas, es perverso y sólo puede acabar de una manera: como un castillo de naipes que cada vez sube más alto y cae con cualquier pequeño movimiento o soplido ¿Qué podríamos hacer nosotros para deshacer esta especie de hechizo que nos ha invadido? Está claro: ¡adopten una mascota! Un perro o un gato.
En una ocasión un alumno preguntó a su maestro espiritual cómo podría alcanzar la iluminación y convertirse en una persona de bien. El maestro le dijo sin dudarlo: “adopta un perro”. “¿Cómo?” dijo el alumno. “Adopta un perro y obsérvalo durante un tiempo, entonces igual podrás llegar a ser una buena persona”. El alumno contrariado se quedó mirando a su maestro quien continuó. “Todas las cualidades que quieres desarrollar como el amor desinteresado, la presencia, la humildad, la paz interior, la equidad, la alegría de vivir, etc, todas ellas ya las posee un perro. Adopta uno y obsérvalo atentamente todo el tiempo que puedas. Con un poco de suerte se te pegará algo”.
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— Ro Bot Thu Oct 11 16:43:21 +0000 2018
En realidad hoy no quería hablarles de nuevo sobre la codicia, los mercados financieros, las injusticias o los problemas humanos, hoy quería dedicar unas palabras a nuestro gran maestro, nuestro perro adoptado, a Parker. Parker es un mestizo de pastor alemán de casi siete años que a pesar de haber pasado la mayor parte de su vida encerrado en un chenil (una jaula), vive y disfruta de cada momento como si no hubiera un mañana. Cada día pasea, juega, come, duerme y gime, porque Parker es un perro muy sonoro, como un verdadero maestro Zen. Todo lo hace con absoluta devoción, presencia y dedicación, hasta cuando se agita o se enzarza con otro perro, ya que una cosa no quita la otra. Cuando pienso en lo poco que le preocupan todas estas cuestiones impersonales, y en lo mucho que le importa el calor personal, por una parte me entristece pero por otra me llena de alegría y esperanza.
Como aquel maestro apuntaba, gracias a estos otros pequeños Budas que habitan en nuestras casas, muchos de nosotros tenemos la fortuna de convivir con una fuente de sabiduría pura que proviene de quien, sin buscarlo, es verdaderamente grande, aunque parezca que no piense en grande. Si por nuestras mascotas fuera, estarían todo el día con nosotros sin otra estimulación que un paseo por la naturaleza, unas carreras por el parque, un chapuzón en el río, un par de comidas al día y un montón de siestas entre medias. Sin gastar nada. “¿Por qué se van de casa, por qué no se echan un rato conmigo, por qué miran tanto esas pantallas, con lo bien que estamos mirándonos y acariciándonos los unos a los otros?”, pensará Parker. Porque nuestra mascota piensa, aunque gracias a dios no piensa en grande. Sin embargo cuando nos enfadamos se planta en medio para mirarnos y calmarnos, cuando lloramos lame nuestras lágrimas para consolarnos, cuando reímos se echa encima y nos abraza para compartir la alegría, cuando le acariciamos pide más con sus gemidos, cuando nos excedemos nos paga con su indiferencia y cuando le dejamos solo nos regaña con aullidos.
¡Qué gran maestro eres amigo mío! Una y cien veces volvería a sacarte de aquella jaula, una y cien veces te daría todo para liberarme de mis cadenas y una y cien veces te observaré con toda mi atención creyendo que alivias los efectos de la enfermedad que acompaña a mi especie. “Ser grande”, de verdad, va mucho más allá de lo que podamos imaginar: riquezas, éxito, seguidores o conquistas, y puede que tampoco se trate de todo lo contrario: de abstinencia, humildad, generosidad o altruismo. La verdadera grandeza es la de nuestros compañeros animales, domésticos o no, la de la madre naturaleza o la de los niños antes de descubrir su ‘yo’, todos ellos, sabios desde siempre. Dejemos de pensar tanto y observemos entonces un poco más, ya que los mercados, el petróleo, la luz o los sueldos no dejarán de moverse al son de aquellos que piensan demasiado en lo grandes que pueden llegar a ser. “Inagotable asombro”, por Oliverio Girondo: “ESTE perro. / Este perro. / ¡Indescriptible! / ¡Único! / (¿Quién diría la forma, / la intención, / el tamaño / de todas sus membranas, / sus vértebras, / sus células, / sin olvidar su aliento, / sus costumbres, / sus lágrimas?) / Este perro. / Este perro, / semejante a otros perros / y a la vez tan distinto / a su padre, / a su madre, / sus hermanos, / sus hijos, / a los perros ya muertos, / y a todos los que existen. / Este perro increíble, / con su hocico, / su rabo, / sus orejas, / sus patas, / inédito, / viviente; / modelado, / compuesto / a través de los siglos / por un esfuerzo inmenso, / constante, / incomprensible, / de creación, / de armonía, / de equilibrio, / de ritmo. / Este perro. / Este perro, / cotidiano, inaudito, / que demuestra el milagro, / que me acerca al misterio... / que da ganas de hincarse, / de romper una silla.”
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