Pueblos de Granada: Júbar y el juramento | Ideal
JOSÉ MANUEL FERNÁNDEZ
Situado a 131 km de la capital nazarí, en la parte oriental de la Alpujarra granadina, limita a tan solo 4 kilómetros de la provincia de Almería. Su nombre, probablemente tenga su origen del árabe 'al-jub' que significa pozo. Es un tranquilo refugio apenas afectado por el tiempo y que goza de una de las mejores vistas de toda la comarca.
En un paseo sosegado por sus calles, se puede vislumbrar una tradicional arquitectura muy integrada en la exuberante vegetación. Merece la pena visitar el antiguo lavadero y las eras de la trilla enlosadas con grandes piedras de laja. El castillejo de Júbar son restos de una antigua fortificación donde solo queda una ancha muralla que posiblemente servía para proteger el interior. La iglesia del Cristo de la Columna es otro lugar que posee el encanto de lo mágico, está datada en el siglo XII y es una de las más antiguas de la Alpujarra, con un artesonado de estilo mudéjar que atesora en su interior unas pinturas medievales realizadas en seco, descubiertas recientemente. Pero lo que más me llamó la atención es la veleta de hierro que muestra al viento la cruz de Cristo y la estrella de David de cinco puntas. Si a eso le añadimos que en sus orígenes este templo pudo ser mezquita, comprobamos que la iglesia de Júbar se convierte en un emblema de la fusión de las tres religiones, tan característico de nuestra Alpujarra.
Si uno desea encontrar al alojamiento, tendrá que desplazarse hasta una localidad próxima, como ir caminando diez minutos hasta Laroles, donde se encuentra el ayuntamiento de Nevada. Aquí está el Hotel Real, la Casa Rural Barranco de la Salud, (el nombre ya lo dice todo) o el Cortijo Los Benaventes y alguno más. Para reponer fuerzas están los restaurantes Montesinos, Fuente Mauricio y Paraje del Chef, todos muy recomendables. La cocina típica de la zona son las migas, las gachas, cazuela de habas y el puchero de hinojos, productos de calidad, con fogones y platos de elaboración casera que no podéis dejar de degustar.
Se cuenta por estos lares una leyenda que se inicia un día en el que el sol se estaba poniendo sobre la Sierra de Lujar, con los últimos rayos de tonos anaranjados y rojos y se asomaban tímidamente por un cielo oscuro cargado de nubes negras. Los pasos del peregrino no dejaban huella en la nieve recién caída, solo el viento helado acompañaba al misterioso personaje por las calles de Júbar. Se detuvo delante de una puerta que aporreó con decisión.
–¿Quién va?
–¡Un pobre caminante que pide cobijo!
La puerta se abrió dejando ver la cara de una hermosa muchacha de ojos negros.
—Un poco más arriba hay una fonda donde se puede alojar.
—Dile a tu abuelo que soy un viejo amigo.
Detrás de la muchacha apareció un anciano con barba larga y blanca como la nieve. Su sorpresa fue mayúscula cuando reconoció al forastero.
—Deja María…yo atiendo al señor—. La muchacha se apartó y se introdujo en el interior de la casa.
—¿Es ella mi pago?—, pregunto el forastero. La mirada del anciano se volvió torva, dejando pasar al hombre al interior.
—No te esperaba tan pronto.
—¿Es pronto cincuenta años?—, dijo con sorna mientras se sentaba al lado de la chimenea.
—Deberás cumplir el juramento, de lo contrario ya sabes que pasará.
—María, ve a casa de tu padre y dile que venga a verme, darte prisa—. La muchacha se abrigó con un gabán de lana con piel de lobo y salió sin rechistar.
—Buena moza, servirá para el sacrificio.
El anciano con voz temblorosa se alzó de la silla y se arrodillo ante el extraño.
—¡Piedad por Dios!, ella es muy joven… mejor… cógeme a mi.
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— Tracy Nuwagaba Wed Jun 02 03:01:33 +0000 2021
El extraño le dio un puntapié y tiro al anciano hacia atrás.
—¡Ya sabes de sobra a lo que te comprometiste cuando eras un condenado más a morir en la hoguera junto a tus compañeros judíos. Ni los árabes, ni cristianos os querían en estas tierras y solo tu juramento te salvo la vida! Ahora cumple…
El anciano miró al forastero y vio en sus ojos negros, sin iris ni pestañas, la maldad acumulada durante milenios.
—Solo pido una cosa antes del sacrificio, que mi nieta pueda casarse en la iglesia de Júbar.
El siniestro personaje se lo pensó un minuto.
—De acuerdo, pero yo, seré el novio, ja, ja, ja.— Le dijo burlándose del anciano.
—Eso no puede ser, ella no te conoce y no querrá…
—Pues convéncela y tal vez sea misericordioso y le dé una muerte más dulce. ¡En dos días se cumplirá el juramento, ese será el plazo que te doy!
No pudo explicar a nadie de su familia lo que pasaba, lo hubieran tomado por loco, pero lo cierto es que su nieta vio en sus ojos, la angustia que le carcomía por dentro.
—Abuelo haré lo que me pides, siempre he confiado en ti y sé que es lo mejor para la familia, me casaré con el forastero.
El día de la boda solo la familia del anciano se congregó en la iglesia. La novia vestida de negro esperaba junto al pequeño altar.
—No creas que por estar en una iglesia vas a poder librarte de mí, le dijo con burla el diabólico personaje.
—Ni se me había pasado por la cabeza.
El cura había accedido ante los ruegos del anciano en casar a su única nieta con el forastero, en su iglesia. Todo aquello le parecía muy raro.
Cuando se iban a intercambiar los anillos, el Señor de la Tinieblas sacó un hermoso anillo con un diamante negro que colocó en el dedo de la muchacha. Entonces ella hizo lo mismo con un anillo que le había dado su abuelo minutos antes y en lugar de pronunciar la fórmula del casamiento, repitió lo que éste le había enseñado.
—Lo que está arriba es como lo que está abajo, y lo que está abajo es como lo que está arriba, para hacer esta maravilla es cosa única.
Peñón del zapato.
Pronunciaba esas extrañas palabras a la vez que le ponía un anillo con una estrella de David con cinco puntas. Era el que Salomón recibió de los cielos y con el que controlaba a los ángeles caídos bajo un templo que velaba por las tres religiones, árabe, judía y cristiana como señalaba en el exterior, la puerta de la iglesia y la veleta de la torre. La mano del novio comenzó a arder y dando alaridos salió corriendo de la iglesia, salvando así el anciano a su nieta de una muerte segura. El anillo de diamante negro fue escondido en el interior del templo en un lugar secreto por estar bajo protección y solo el que pueda interpretar las pinturas de las paredes podrá conocer su secreto.
Cuentan los más ancianos del pueblo que cuando el diablo salió chamuscado de la boda, se encontró con una enorme roca en el camino y tal era la ira que llevaba que le dio una patada, quedando su huella marcada para siempre en el 'Peñón del Zapato'.
Curioso y pertinente
Eduardo Castro
Al contrario que al protagonista del cuento que Cervantes intercaló en la primera parte del Quijote, 'El curioso impertinente', a mí me ha dado este verano por curiosear con pertinencia. Como quiera que los tres capítulos ocupados por el relato resultasen a la postre doblemente impertinentes, como el propio Cervantes se encargó de referir en la segunda parte de su inmortal obra (al criticar, por boca de Sansón Carrasco, la inserción de aquella novelita en la crónica quijotesca: «no por mala ni por mal razonada, sino por no ser de aquel lugar», ni tener nada que ver «con la historia de su merced el señor don Quijote»), evitaré yo ahora recordar los entresijos de aquella historia para quedarme solo con el desenlace: a causa de su malsana curiosidad, empeñado en poner a prueba la fidelidad de su esposa, tras convencer a su mejor amigo para que la corteje hasta rendirla, el protagonista termina quedándose sin esposa y sin amigo, muriendo por ello de pesar.
En mi curiosidad, sin embargo, no tendrán cabida las relaciones amorosas o afectivas de personaje alguno, sea famoso o desconocido, público o privado, joven o mayor, hombre o mujer, de sexualidad definida o fluida. Nada de cotilleos o cuestiones relacionadas con la prensa del corazón. Nada tampoco de rifirrafes políticos, tertulias pseudoperiodísticas, contubernios económicos, conflictos laborales, competiciones deportivas o problemas médico-sanitarios. Nada de pandemias ni virus de ningún tipo, por supuesto. Quien quiera información sobre dichas cuestiones, que busque en otras páginas del diario. Mi curiosidad se centrará en asuntos ajenos por completo a la actualidad de la que se ocupan las noticias de los periódicos y espacios informativos de radio y televisión. Espero, no obstante, que esta curiosidad mía consiga, a pesar de ello, despertar también la de ustedes, interesándoles con su lectura. Si así fuera, no teman que les reclame nada personal a cambio, me bastará con que divulguen lo que les cuente si lo consideran de utilidad. Mas, si así no fuera, no tengan reparo en demandarme por ello, que yo defenderé mis argumentos manteniendo a salvo la identidad de mis fuentes.
Probemos, para empezar, con el ejemplo que me inspiró el planteamiento y el título de la columna. La idea me vino al preguntarme mi esposa si conocía el motivo de que en la península Ibérica y los países iberoamericanos llevemos los apellidos del padre y de la madre, mientras que en el resto de Europa y los países de otras culturas sólo se transmita el apellido de uno de los progenitores, tradicionalmente el del padre. La respuesta fue rotunda: «No tengo ni idea», le dije. «Pues acabo de leer que viene del tiempo de la Inquisición y no termino de creérmelo», me contestó. Y ahí entró en juego el curioso que llevo dentro. Tres días me llevó averiguarlo. Nada que ver con el Santo Oficio y la pureza de sangre. Se trata sólo de una cuestión de clases, de linajes, de hidalguía. De presunción, en una palabra. Algo muy nuestro, por otro lado. Ya les contaré.
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